Nos llamamos "la nueva generación", la "generación de los smartphones". Y nos deberíamos llamar la "generación que hace peligrar la sociabilidad".
Los seres humanos somos seres de costumbres, seres que viven más felices en compañía, que buscan evitar la soledad por encima de todo. No nos sentimos a gusto solos, sino que estar rodeados de gente que conocemos y con la que tenemos algún contacto hace que mejore nuestra calidad de vida; por lo menos nuestra alegría.
¿Y qué está pasando?
Que nuestro miedo a la soledad se está transformando en una dependencia vital a las redes sociales, a los teclados, pantallas, y chats. Ya no extrañamos la voz de esa persona querida, sino que echamos de menos un 'pling' continuo, uno detrás de otro.
Ya no queremos tener amigos reales, sino que cuantas más conversaciones abiertas tengamos en whatsapp mejor nos sentiremos.
Nos hemos empezado a transformar en un contacto, en una foto de perfil que realmente muestra nuestro "mejor yo", y que pretende simular una personalidad que puede no estar acorde a la real. Tememos ese momento de hablar cara a cara, de dejar a la vista nuestras expresiones, nuestras pausas, nuestra forma de ser de verdad.
Hemos aprendido a llevar conversaciones ficticias, a simular un sentimiento que no está presente, a ser más "interesantes", o sentirnos más interesantes a la hora de chatear. Somos una generación que ríe con un jajajaja tras cada coma, tras cada hola. Hemos cambiado sonrisas por emoticonos, lágrimas por fingidos "estoy bien", amigos por simples followers.
Ya no necesitamos ese contacto, esa sensación de cercanía que solo un abrazo puede transmitir. Nos conformamos con likes, comments o posts para creer estar integrados en una sociedad que cada vez está más disuelta. Los patrones que guían nuestras vidas son el número de seguidores, la cantidad de me gustas o la sensación de ser querido por tu grandiosa popularidad dentro de una red social.
Nos abruma no recibir ningún mensaje, o que nuestro móvil se apague de re
pente en medio de una conversación. Los tics azules sin respuesta se convierten en la mayor ofensa posible, y los recortes en las fotos no se pueden permitir.
¿Y seguimos pensando que la sociedad avanza? Lo dudo mucho.
ver noticia